La teoría del iceberg
Conocemos pedazos de la realidad. Nuestra mente inventa el resto.
Sin ser conscientes de ello, la mayoría de las veces manejamos hipótesis y conclusiones en base a la información que tenemos, que no suele ser la información total que existe en verdad. De esto nos advierte la teoría del iceberg de Ernest Hemingway. La utilizaba como técnica narrativa. Consistía en contar sólo una parte de una historia, que previamente había desarrollado por completo. En sus textos insinuaba al lector, de manera magistral, todo lo que no contaba de esa historia. Esta teoría se ha extrapolado a otros ámbitos de la vida y, por supuesto, también al entorno emocional, empresarial y profesional.
Cualquier bloque de hielo que flota en el agua solo tiene sobre la superficie un veinte por ciento de su masa total. El resto queda bajo el agua. Y oculto a la vista si ese trozo de hielo es un iceberg flotando en el mar.
Podemos ver el iceberg como una metáfora de cómo somos o de cómo nos ven. Todos tenemos una parte visible, reflejo de nuestros comportamientos y actitudes. En la línea del mar estarán nuestras habilidades, unas veces las mostraremos y otras no. La parte que está bajo el agua es nuestro inconsciente, del que dependen nuestras habilidades. Ahí guardamos nuestras creencias, que se han ido acumulando desde la infancia, y que a veces nos pueden limitar para hacer ciertas cosas, o potenciar y empoderar para conseguirlas. Por debajo de esas creencias están nuestros valores, que son los causantes de esas creencias limitantes o potenciadoras. Aunque los valores dependen de nuestras experiencias vividas, los podemos trabajar y cambiar para modificar nuestras creencias limitantes. Pero lo que no va a cambiar nunca es nuestra auténtica identidad. Está en la parte más profunda del iceberg, es nuestra esencia y nos hace únicos.
El éxito de un emprendedor, visto desde fuera, se puede asemejar a esa parte visible del iceberg. Nos percatamos de sus logros, pero no vemos la gran cantidad de trabajo y esfuerzo realizado que le ha llevado a conseguir ese éxito. Un emprendedor de éxito es alguien que seguramente ha trabajado sus creencias limitantes. Todos las tenemos y también podemos alcanzar lo que nos propongamos. Pero para crear nuestro propio iceberg que deslumbre al resto cuando lo mire, necesitamos practicar la constancia, la disciplina y la superación personal. Asumir riesgos, sufrir decepciones, cometer errores, superar críticas, ser persistentes y trabajar muy duro. Además, al igual que el iceberg se desprende del glaciar para emprender su viaje en solitario, nos tocará desprendernos de alguna que otra creencia, sacrificar cosas e incluso perder alguna amistad por el camino. Nos venden lo de ser emprendedor como algo idílico y la verdad es que tiene momentos muy gratificantes, pero conlleva un gran sacrificio y trabajo duro para conseguir el éxito.
¿Estás dispuesto a construir ese iceberg que deslumbre a los demás?